domingo, 22 de enero de 2017

SEIS HOJAS DE UN BIPOLAR.




Hoy es domingo 22 de enero de 2.017.

SEIS HOJAS DE UN BIPOLAR.

Parte 1: LOS INICIOS.

Me siento bien.
Abro uno de los cuatro cierres de mi maletín negro. El maletín, instrumento de trabajo, ya está viejo, pero sus cierres están perfectos y no está en el horizonte des-usarlo. El metal y el sonido de los cierres me caen bien.

Busco seis hojas que sé que están ahí. Todas describen mis estados patológicos de ánimo desde noviembre del año 2.008. Hace ya ocho años. En aquel noviembre no entendía qué me pasaba. Era mi primera caída en una depresión mayor. Tenía 48 años.

De las seis hojas, una es un calendario anual de cartón, color verdoso de la farmacia Santa Gema, del año 2.008, abrochado a dos hojas de papel blanco, en una --dibujado a mano con bolígrafo de tinta roja y abarcando toda la superficie de la hoja—  está el calendario de noviembre, en la otra el de diciembre. Cada día tiene, en letra muy chiquita sus anotaciones crípticas y flechas hacia arriba y/o hacia abajo.

 

Parte 2: LA CAVERNA NEGRA.

Leo en el rectángulo del sábado 15 de noviembre de 2.008: “Vico Mza, me quedo. Pieza Vico, cama Vico. Palmares. Colapso 1 a la vuelta”. Hay tres flechas hacia abajo, remarcadas con el bolígrafo. Lo escrito está remarcado con un marcador color amarillo y encerrado con un globo elipsoide rojo. Contenidos y formas similares hay en “Colapso 2”, el sábado siguiente.

Día a día hay flechas ascendentes y descendentes, hasta que el 16 de diciembre de 2.008, día martes, hay un colapso total, bestial, abismal y brutal. Mal.

El episodio depresivo es inmenso. No es una tristeza de gran tamaño, es un sinsentido hegemónico. Es puro llanto desesperado. Es una nada oscura donde la voluntad no avanza por lo pastoso de la ubicuidad. No hay deseos, no hay libido, no hay respuesta a estímulo alguno. Las sábanas en la oscuridad son los aliados. Dormir, dormir mucho es la única meta de un cierto bienestar. Entre lágrimas, aturdimiento, falta de energía y desolación, decido buscar un Psicólogo. El lunes 22 de diciembre de 2.008, a las veinte horas, tengo mi primera sesión. El profesional lo saqué al azar del listado de mi Obra Social. Recuerdo la vergüenza que sentí ante la chica administrativa cuando tuve que hacer autorizar la orden. En realidad no recuerdo si quien autorizaba era una administrativa o una Psicóloga.

Hoy no siento vergüenza, la aceptación de la realidad actúa como un bálsamo.

 

Parte 3: DESAFORADO.

Desde el domingo anterior, el 21 de diciembre, tengo un tirón duradero de tres flechas hacia arriba en el casillero de cada día. Entro, sin saberlo entonces, en un estado de suave euforia (“manía”) que sube abruptamente en marzo de 2.009 hasta el exacto día del 19 de octubre de 2.009, día en que el estado depresivo aplastante retorna, superpuesto con un nivel alto de ansiedad como novedad.

Natural e ignorantemente, abandoné todo tratamiento.

Fueron diez meses de sensaciones espectaculares.

El estado maníaco es de euforia, de hiperactividad, de una exquisita sensación de que no hay obstáculo para lo que uno desee hacer o ser. La timidez en las relaciones humanas desaparece, y muy en especial con las mujeres. Sentía que era Gardel por las conquistas y Benedetti por lo que escribía; actividad –la de escribir algo que no fuesen ecuaciones o proyectos de Ley--- que hacía por primera vez en mi vida. Me sentía poeta. Las inhibiciones se esfuman, incluido el temor al ridículo. Con cuatro horas de sueño al día alcanzaba. La creatividad sube enormemente, lo que no implica que lo creado sea de buena calidad. La audacia se transforma en temeridad, ningún riesgo se mide. A todos se los percibe como timoratos, todos irritan si no asienten.

 

Parte 4: LÍNEA DEL TIEMPO.

Del mismo total de seis hojas, hay dos pegadas de manera tal de poder hacer una larga línea del tiempo. Empieza en el año 2.006 y llega a la fecha, 2.017. Aquí los trazos son con lápiz negro. Apenas resaltan en tinta roja los nombres de los seis Profesionales por los que formalmente pasé. Un Psicólogo y cinco Psiquiatras. Y una Psicóloga en una situación grupal muy sui géneris, que me ayudó no poco.

Esta línea del tiempo resumida, me permite tener una visión de conjunto de mi evolución, de mi propio conocimiento, de los Profesionales, de los abandonos de tratamientos, de la medicación.

Han sido seis valles de profunda y prolongada depresión mayor, y cinco picos de euforia alta sin haber llegado nunca al delirio o a las alucinaciones. Valles y picos han sido de meses de duración.

He ido subiendo a una estabilidad (se dice estado “eutímico”) desde hace unos dos años, ya con el mismo Profesional y la misma medicación. Y el mismo nuevo autoconocimiento. En estos ocho años son los dos únicos de normalidad. Los seis previos estaba o elucubrando sobre la muerte o cabalgando acelerado sobre las nubes, pasando de un estado a otro derechamente, sin períodos de normalidad.

Ordeno las seis hojas (hay una sexta de la que no di detalles), las doblo, las guardo en el maletín que tanto me atrae; cierro el cierre, degusto su ruido.  Y termino de releer el libro “Una mente inquieta”, escrito por Kay Jamison, una Psicóloga especialista en bipolaridad, quien es bipolar. Me es útil su lectura a medias, pues en el caso de ella la fase maníaca le llegó a la psicosis, que no es mi caso. Hay pocas referencias a la fase depresiva, la que fue dominante y más profunda en mi caso.

Hago todos los preparativos para sorber mate, esa asquerosidad para los gringos.

Hago un pantallazo visual de los seis papeles y de mi memoria. Son tantos los detalles sufridos, gozados, vividos, que es imposible incluirlos en estas dos carillas. Sería para un libro.

Hoy es domingo 22 de enero de 2.017.



Éste también soy yo, ja. Día de apagón de luz en San Juan. Febrero de 2.010.

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