En
circunstancias de serenidad torrencial, creí hacerme cargo de todos mis
demonios. Pero, varios, vuelven por sus fueros.
Una clase no
violenta de estos seres rojos –rojo tenue, pues no son diablos tan diablos--
tiene forma rectangular. Los libros y sus estantes. Rectángulos apegados e
insertados en otros rectángulos. Y yo, apegado a todos.
He de leer. He
de leer sobre mundos que no conozca, salir
de mi zona de confort como lector, tal el animal del inframundo sobre el
cual cabalgar.
Cae mi antifaz
de lector de literatura. Mi biblioteca está gordamente nutrida de libros solo
de Ciencias y parte de Historia. Siento que los traiciono, pero es una traición
buscada.
He empezado,
seriamente, a posar mis ojos sobre El Aleph, de Borges.
(Imagen: J. L.
Borges a los 21 años).
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